viernes, 1 de mayo de 2009

Carta a un perrito que se fue al cielo

Cuando llegaste a casa hacía frío. Tenías cuarenta y cinco días y eras un pompón marrón y calentito, con una oreja caída sobre el ojo.

Decidimos adoptarte para quererte mucho, por eso, cuando te elegimos entre tus hermanitos y nos anticiparon que no ibas a tener los mejores  atributos de tu raza, no nos importó.

            Pero se equivocaron tanto … Como el patito feo, creciste y para sorpresa de quienes te entregaron, resultaste el más hermoso de todos los perros del mundo, con  tu pelaje brillante y colorado, tu porte, tus toscas patonas y tus ojos, esos ojos dulces y chinitos que tantas veces me dijeron cosas.

Buenazo como ninguno, soportaste ser el caballito del menor de los chicos, fuiste mi mejor guardaespaldas y el fiel e incondicional amigo de tu dueño.

Otras veces habías estado enfermo, te ponías mimoso y sólo comías de mi mano, y hasta te permitía que durmieras a mi lado para tenerte cerquita y para acariciarte cuando te quejabas.

Pero esta vez fue diferente: tus ojitos chinos me lo decían.

Inútiles fueron los intentos y las oraciones de tres chicos suplicando por que no te fueras, ese sábado no volviste de la clínica.

Te extraño tanto que, cuando no te veo en el jardín, hago de cuenta que estás en tu escalón y, cuando subo y la escalera está tan despejada sin tu suave manto negro como alfombra ,te imagino bajo el ciruelo, donde te refugiabas para disfrutar de algún “manjar” robado.

Esta casa no es la misma, pastorcito. Es agosto y pega un tibio solcito en el jardín vacío.


Para Eric. 1992.

1 comentario:

  1. Muy tiernas todos tus escritos!!!! Me gusta mucho como describis todas las situaciones.
    Espero ansiosa tus proximas historias.

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