viernes, 1 de mayo de 2009

Testigo indiscreto

Lo sabía todo acerca de ella. Con detalles. Compartió sus alegrías y sus dolores, sus logros y sus vergüenzas, sus insatisfacciones y sus placeres.

El estaba demasiado informado y ella no podía soportarlo.

Conocía las fechas exactas de su primer beso, de su primera caricia de amor, de su primer desengaño y del último también.

Cuando él entró en su vida, ella era apenas una chiquilina inexperta con ínfulas de mujer y confió en él sin medida. No se guardó nada.

Hoy se arrepentía de no haber preservado parte de su intimidad.

Quería empezar una nueva vida y era indispensable deshacerse de ese clave testigo de su pasado. No tenía alternativas.

Buscó la oportunidad y, cuando se aseguró de que no había intrusos a la vista, lo llevó hasta el extremo del muelle.

Sin remordimientos ni vacilaciones, lo arrojó al agua.

Liberada, por fin, se quedó mirando cómo las hojas amarillas de su diario íntimo, aquél que le regalaron cuando cumplió quince años, se iban desprendiendo, mientras caían, para callar para siempre en el mar.

1 comentario:

  1. Brindo por las nuevas vidas que podremos encontrar en el futuro! Te quiero Ana! Y me encantan todos tus cuentos.

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